La ola de altas temperaturas que atraviesa la capital no solo incomoda: puede provocar quemaduras, deshidratación, descompensaciones y trastornos cognitivos, especialmente en niños, adultos mayores y personas con dependencia severa, advierte especialista de la UST
La capital enfrenta esta semana una intensa ola de calor, coincidente con las celebraciones de Año Nuevo, con temperaturas elevadas durante el día y que, preocupantemente, no descienden de forma suficiente durante la noche. Este escenario no solo genera incomodidad, sino que incrementa riesgos sanitarios reales, especialmente para niños, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas o dependencia severa.
Para Sergio Acuña, jefe de Carrera de Kinesiología UST sede Santiago “uno de los peligros menos visibles del calor extremo es el aumento de la temperatura en superficies físicas. Veredas, plazas, juegos infantiles, asfalto, estructuras metálicas, tapas de alcantarillado y carrocerías de vehículos pueden alcanzar temperaturas capaces de provocar quemaduras por contacto. Caminar descalzo o con calzado inadecuado, algo frecuente en niños y adultos mayores, puede causar lesiones en pies y manos. Incluso apoyarse brevemente en un banco, baranda o superficie metálica expuesta al sol puede resultar riesgoso”.
En esa línea, explica que a este fenómeno se suma la deshidratación y la pérdida de electrolitos (sodio, potasio o cloro) que afectan el equilibrio del organismo. “En adultos mayores una semana continua de altas temperaturas puede desencadenar descompensaciones sistémicas y trastornos cognitivos, como el delirium, cuadro caracterizado por confusión mental, desorientación, agitación o somnolencia, que se ve exacerbado por el calor y la falta de líquidos”, señala Acuña. Estas alteraciones pueden confundirse con problemas psiquiátricos, retrasando una atención oportuna.
En personas enfermas con dependencia severa, especialmente, aquellas postradas en cama, el cuidado debe ser aún más delicado. “No es recomendable abrigarlas en exceso, pero tampoco exponerlas a ventiladores dirigidos de forma directa, ya que el sudor asociado al calor y los cambios térmicos bruscos pueden generar estrés fisiológico y descompensaciones sistémicas”, puntualiza. “La clave está en una ventilación indirecta, temperatura ambiente estable y una hidratación vigilada”, añade Acuña.
Otro factor crítico, según explica el jefe de la carrera de Kinesiología UST, es la radiación solar que durante estos días alcanza niveles muy altos: “El uso de bloqueador solar no es un lujo, sino una medida preventiva esencial frente a quemaduras cutáneas, respuestas inlamatorias e incluso a la activación de procesos tumorales”. Asimismo, se debe extremar el cuidado en personas con lunares irregulares u oscuros, especialmente cuando se localizan en zonas atípicas como manos, pies, cuero cabelludo, zonas íntimas u ocultas, donde suelen pasar desapercibidos.
El golpe de calor es una urgencia médica que puede afectar tanto a trabajadores expuestos al sol como a personas que realizan actividades físicas en horarios inadecuados. La hidratación periódica es fundamental y ante una emergencia la reposición de líquidos y electrolitos debe ser lenta y progresiva, evitando cargas abruptas. De igual forma, no se recomiendan inmersiones bruscas en agua fría tras una exposición intensa al calor, ya que los cambios térmicos violentos pueden provocar descompensaciones sistémicas graves y abruptas.
“Es importante recalcar que las bebidas gaseosas no son una fuente adecuada de hidratación. En su lugar, se sugiere priorizar agua, frutas ricas en líquidos como sandía, melón o naranja, y preparaciones simples que ayuden a reponer electrolitos”, enfatiza Acuña, asegurando que esto es tan fundamental como el uso de protector solar o de ropa adecuada a la exposición al sol, ya que la práctica imprudente “puede derivar en deshidratación aguda grave, daño renal e incluso compromiso cardiorrespiratorio”.
Finalmente, el calor también impacta el sueño. Al trasnoche propio de las fiestas se suma que las temperaturas nocturnas se mantienen altas, acumulando el estrés térmico del día. Esto favorece la inquietud, el insomnio y la mala calidad del descanso, lo que agrava la fatiga y la irritabilidad. Para mitigar estos efectos, se aconseja hidratación nocturna, ventilación adecuada, evitar alcohol en exceso y procurar ambientes frescos y seguros.
En una ciudad como Santiago, donde el verano se vuelve cada vez más extremo, la prevención y la información oportuna son herramientas clave. El calor no solo se siente: también enferma, y reconocer sus riesgos puede marcar la diferencia entre disfrutar las celebraciones o enfrentar una emergencia evitable.



