A pesar de su uso cotidiano, muchos chefs, emprendedores gastronómicos y usuarios en general desconocen las prácticas correctas para su mantenimiento, lo que puede llevar a un deterioro prematuro
Desde hace 70 años el acero inoxidable es el material predilecto en las cocinas hogareñas y profesionales de todo el mundo, valorado por ser higiénico, duradero y resistente al calor y la corrosión. Pero a pesar de su uso cotidiano, muchos chefs, emprendedores gastronómicos y usuarios en general desconocen las prácticas correctas para su mantenimiento, lo que puede llevar a un deterioro prematuro.
Macarena Cerda, gerente de ventas de Oppici, empresa especialista en la fabricación de mobiliario de acero inoxidable y equipos gastronómicos desde 1935, comparte su experiencia para alargar la vida útil de este material. Su compañía lo ha utilizado desde hace décadas a lo largo del país, instalándolo en espacios tan emblemáticos como el Sport Francés, los hoteles Explora, Sheraton, Cumbres, cadena Accor y Ritz-Carlton, los casinos de Sodexo y Aramark, las universidades del Desarrollo, Los Andes, Adolfo Ibáñez y Católica e incluso locales de Burger King y Starbucks, por mencionar los más recientes.
“El secreto del acero inoxidable reside en su composición. A diferencia del acero común que se oxida por ejemplo al entrar en contacto con aire húmedo, el inoxidable contiene cromo. Este elemento forma naturalmente óxido de cromo, un recubrimiento protector invisible en la superficie, llamada ‘capa pasiva’, que lo defiende de la corrosión. El cuidado principal, y el más sencillo, es una limpieza y aclarado regular con abundante agua, lo que es suficiente para conservar este revestimiento”, comenta Macarena.
De todos modos, llama a ser conscientes sobre los nocivos efectos que pueden tener sobre el recubrimiento el uso de sal, desinfectantes o lejía (producto químico que contiene cloro). “Los cloruros en altas concentraciones pueden generar ‘pitting’ o picaduras en la superficie. Al cocinar hay que añadir la sal cuando el agua ya esté hirviendo para minimizar el riesgo”, acota Cerda.
En cuanto a lejía y desinfectantes, que usualmente también poseen cloruros o principios activos que generan corrosión, se recomienda usarlos siempre diluidos en agua fría, limitar el tiempo de contacto antes de aclarar abundantemente y nunca mezclarlos con productos ácidos como el vinagre.
“Una exposición prolongada a ácidos fuertes, como algunos productos desincrustantes, puede disolver la capa protectora y provocar la aparición de óxido. Incluso alimentos ácidos como el tomate, limón o el vinagre pueden ser perjudiciales si el tiempo de contacto es extenso”, acota.
Enfatiza que jamás se debe ocupar ácido clorhídrico, ni puro ni diluido, sobre el acero inoxidable porque puede provocar un daño severo e irrecuperable, invitando además a emplear siempre paños suaves, limpios y no metálicos, y seguir la dirección del pulido del acero para no rayarlo, ya que si se generan trazas pueden convertirse en zonas donde se acumulen productos corrosivos, que lo dañen en el tiempo.
“Curiosamente, uno de los momentos más críticos es al instalar artefactos y mobiliario. Es habitual que otros maestros, durante la etapa de terminaciones en una obra, dejen sobre la superficie herramientas o paños con detergentes ácidos utilizados en la limpieza o terminaciones. Ese simple descuido, o el esmerilar cerca de una cubierta de acero inoxidable, puede iniciar un proceso de corrosión irreversible, por eso es fundamental generar conciencia sobre el cuidado en esta etapa. En Oppici nos preocupamos de cada detalle y respaldamos la calidad de nuestro trabajo con una garantía de 10 años en todo el mobiliario de acero inoxidable que fabricamos”, enfatiza Macarena.
Las 5 Reglas de oro
1. Respetar la dosificación: nunca verter un producto de limpieza puro sobre el material.
2. Respetar las temperaturas: No aplicar desinfectantes a más de 40°C ni desengrasantes a base de soda a más de 60°C.
3. Respetar el tiempo de contacto: para desinfectantes, no exceder los 30 minutos.
4. Aclarar abundantemente con agua: Es lo más eficaz contra la corrosión.
5. Secar la superficie: utilizar un paño suave no abrasivo o un rascador de goma para evitar manchas de cal.