A días de que comience el Black Friday, el comercio chileno se encuentra en un punto donde convergen tres fuerzas: un consumidor altamente digitalizado, un retail que ha afinado su logística tras años de ajuste y un mercado financiero que suele reaccionar por adelantado a estos eventos. Aunque todavía no existen cifras del desempeño de esta edición —porque aún no ocurre—, el comportamiento histórico y el contexto económico permiten anticipar cómo podría desarrollarse uno de los fines de semana comerciales más relevantes del año
En primer lugar, el consumidor chileno llega a este Black Friday con hábitos de compra mucho más consolidados que hace algunos años. El canal móvil seguirá siendo el protagonista absoluto: si se mantienen las tendencias de ediciones anteriores, alrededor de siete de cada diez visitas provendrán del celular. El usuario moderno compara velozmente, salta entre plataformas, exige procesos simples y castiga con rapidez cualquier fricción. La impaciencia es un rasgo creciente: tiempos de carga lentos, métodos de pago complejos o promesas de entrega ambiguas son suficientes para perder una venta, incluso con descuentos atractivos.
En cuanto a categorías, se espera que el interés vuelva a concentrarse en electrohogar, tecnología, supermercado, hogar y moda. Históricamente, el Black Friday ha sido un momento clave para adelantar compras de fin de año o renovar productos de alto valor, por lo que estas líneas suelen capturar la mayor parte de la intención de compra. Vestuario y calzado también suelen experimentar picos relevantes, especialmente cuando aparecen descuentos más agresivos o se lanzan campañas con un fuerte componente visual en redes sociales.
Las plataformas llegan al evento con expectativas distintas, pero bajo un desafío común: ofrecer una experiencia sin fricciones. Mercado Libre, que en Black Fridays previos ha capitalizado las horas nocturnas gracias a su logística propia y su ecosistema integrado de pagos, vuelve a perfilarse como un actor fuerte. Su plataforma publicitaria —que prioriza productos con stock real y entrega rápida— tiende a impulsar conversiones en momentos de alta demanda.
Falabella, con su omnicanalidad como principal activo, está bien posicionada para capturar compras en electro y línea blanca. En años anteriores, la promesa de “retira hoy o mañana” en tiendas físicas ha sido un diferenciador importante y este año podría repetirse.
Ripley, por su parte, ha mostrado un patrón de buen desempeño en moda a través de campañas cortas, visuales y con un componente financiero vinculado a su banco que incentiva compras inmediatas.
Cencosud se presenta fuerte especialmente en supermercados, segmento donde la conveniencia pesa más que el descuento: surtido disponible, ventanas claras de entrega y retiro sin filas suelen definir la conversión.
LATAM, en viajes, podría reflejar nuevamente el ánimo del consumidor de cara al verano: ofertas claras, flexibilidad y alianzas bancarias suelen marcar este segmento durante el Black Friday.
El impacto del evento en la bolsa
En paralelo al consumo, el Black Friday también suele tener efectos anticipados en el mercado bursátil. Históricamente, el periodo previo muestra una tendencia de valorización en las acciones del sector retail y e-commerce, impulsada por expectativas más que por datos concretos. El mercado suele “apostar” a un aumento de ventas, empujando los precios al alza en los días anteriores al evento. Sin embargo, una vez que comienza el Black Friday, la reacción tiende a moderarse. En años anteriores, incluso con cifras positivas, se han observado tomas de utilidad: el mercado muchas veces ya descontó el éxito por adelantado.
Esta dinámica se amplifica en un contexto económico como el actual. La inflación controlada reduce la presión sobre los costos de consumo básico; los altos precios de las materias primas fortalecen la posición financiera de las empresas chilenas; y la tendencia a la baja de las tasas de interés abre espacio para mayores compras financiadas. Además, varias compañías operan cerca de máximos históricos en bolsa, lo que refleja un mercado optimista que ve el Black Friday como una oportunidad para reafirmar ese entusiasmo. En este marco, el evento puede funcionar tanto como catalizador comercial como gatillante de confianza en el mercado local, siempre que las empresas logren ofrecer el nivel de servicio que el consumidor exigirá.
Mirando el cuadro completo, este Black Friday no se definirá únicamente por quién ofrezca el mayor descuento. El diferencial estará en la consistencia entre lo que las marcas prometen y lo que realmente pueden cumplir. El consumidor chileno —más informado, más móvil y más rápido— premiará la claridad, la agilidad y la disponibilidad real. Y en un escenario económico más favorable, con un mercado atento y un retail afinado, este viernes podría convertirse en un punto de inflexión para cerrar el año con un impulso adicional tanto en ventas como en la percepción de dinamismo económico.



