Agricultores del centro y sur del país enfrentan un escenario desafiante, en que cada pozo y cada litro de agua cuentan. Expertos destacan que la planificación y el respaldo técnico serán claves para proteger las cosechas.
Aunque las lluvias de invierno dejaron una sensación de alivio en las ciudades, el panorama agrícola es distinto. Los informes de la Dirección General de Aguas apuntan a déficits de precipitaciones en torno al 30% en algunas regiones agrícolas de la zona central.
En este escenario, los acuíferos se han convertido en la fuente más confiable para mantener los cultivos. Sin embargo, buena parte de los pozos que se construyen todavía se ejecutan sin estudios previos ni acompañamiento técnico, lo que acorta su vida útil y pone en riesgo la inversión.
Durante la temporada de riego —de octubre a marzo— la demanda de agua se dispara y miles de agricultores dependen de pozos profundos. Pero, como explican los expertos, no todos son iguales. Las perforaciones sin autorización, los diseños improvisados o la ausencia de estudios hidrogeológicos siguen siendo errores frecuentes.
“Aún existe la idea de que basta con encontrar agua, cuando lo importante es entender cómo se comporta el acuífero y proyectar su explotación en el tiempo”, explica el agrónomo y experto del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), Alejandro Antúnez.
Perforar sin información confiable puede tener consecuencias graves: pozos que colapsan, bombas que arrastran arena o caudales que se agotan a mitad del verano. Y cuando eso ocurre, toda la inversión asociada al riego —desde el sistema eléctrico hasta las plantaciones— queda en riesgo.
“Un estudio hidrogeológico previo puede parecer un costo adicional, pero en realidad es el seguro que sostiene toda la inversión posterior”, señala Mario González, gerente de proyectos de ProAqua Consultores, dedicados al diseño y asesoría de obras subterráneas.
Su equipo desarrolla proyectos que van desde la definición de profundidad y caudal hasta el diseño de entubados, filtros y pruebas de bombeo. “Cuando se hace bien desde el inicio, el pozo entrega estabilidad, reduce mantenciones y prolonga su vida útil”, afirma.
En zonas agrícolas del centro del país, donde el agua superficial escasea o ha perdido calidad por la salinidad, los pozos bien diseñados se han convertido en una herramienta de adaptación frente al cambio climático. Cada vez más productores incorporan la asesoría técnica para definir dónde y cómo perforar, evitando así errores costosos.
“Hemos visto agricultores que, gracias a una buena planificación, lograron asegurar el riego incluso en las temporadas más secas”, comenta nuevamente Mario González. “Eso demuestra que no se trata solo de tener agua, sino de gestionarla con visión técnica y a largo plazo, dando estabilidad al trabajo de las familias que dependen de él”.
La gestión sustentable de los acuíferos, además, permite evitar la sobreexplotación y mantener la calidad del agua a largo plazo. “El agua subterránea responde a los mismos fenómenos climáticos que los ríos, pero con algunos años de retardo. Si la usamos mal, los efectos se sienten cuando ya no hay vuelta atrás”, advierte Alejandro Antúnez.
En un escenario de sequías más frecuentes, los pozos bien planificados se consolidan como una fuente segura, eficiente y sostenible para el riego. En el agro chileno, donde cada gota cuenta, la asesoría hidrogeológica ya no es un lujo: es una necesidad para seguir cultivando en un país donde el agua hoy vale más que nunca.



